Él, ausente de sí
mismo,
con sus pies de
barro
jugaba a poseerla
mientras ella se
abandona
al recuerdo
ennegrecido
del amor
dilapidado.
Ella, radiante y
vivaz,
ciega de anhelos
conjugaba en otro
tiempo
los besos
disueltos
que la rutina
dibujó
en los años que
se fueron.
Él, vistiendo
soberbia,
corrompía con
desprecios
la belleza que
irradiaba
la mirada que
ella,
intentando ser
invisible,
al infinito
tornaba.
Ella,
irremediable soñadora,
evocando
nostalgias,
buscaba a tientas
las caricias
marchitas,
que el viento
inclemente
robó de su piel.
Él, fugitivo
inconsciente,
orgulloso
ignoraba
la vida que a
gotas
en silencio ella
lloraba,
para
reverenciarle de a poco
lo mucho que lo
amaba.
Ella, envuelta en
corazas,
ahogaba en letras
las tristezas
pasadas;
él, eclipsado de
egoísmos,
ocultaba en
desgana
el amor que lo
inundaba.
Calíope Corral
Tiscareño ©
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